Síndrome del impostor: ¿por qué siento que soy un fraude?

El síndrome del impostor afecta a siete de cada diez personas en algún momento de su vida, especialmente a las mujeres, que sienten que son un «fraude».

 

El síndrome del impostor afecta a siete de cada diez personas.

El síndrome del impostor genera estrés y ansiedad en quienes lo padecen.

 

Siete de cada diez personas han sentido alguna vez en su vida que no son lo suficientemente válidas para hacer su trabajo, o que están ahí sin merecérselo. Hablamos del síndrome del impostor, un malestar psicológico que nos hace pensar que somos un fraude y nos ahoga en un mar de inseguridades. 

Sentir que no estás a la altura, que vas a decepcionar a tu entorno, a tu familia, a tus empleadores. El síndrome del impostor nos hace creer que no somos lo suficientemente válidas para desarrollar la tarea que nos han encomendado o que queremos emprender. Este trastorno nos hace interpretar la realidad desde el punto de vista de una persona con inseguridades y baja autoestima, que no cree en su potencial y sus capacidades. 

El síndrome del impostor se caracteriza también por creer que las cosas buenas que nos pasan, las promociones, los ascensos, las enhorabuenas que recibimos… todo ello es debido a la suerte o a que la gente quiere ser amable con nosotros. Nunca es por méritos propios, siempre es por factores externos que nos han ayudado a estar donde estamos.

Y una vez estamos en un puesto de más o menos responsabilidad, creemos que fracasaremos. Nos dedicamos a pensar que el día menos pensado las personas se darán cuenta de que “de verdad” no sabemos hacer lo que nos han encomendado. En definitiva, este síndrome consiste en ver solo tus carencias, pero no las de los demás. Es una sensación constante de creer que los demás están mejor preparados que nosotros.

 

Afecta más a las mujeres

El sentimiento de ser un fraude se acentúa especialmente en las mujeres, según un informe encargado por el Access Commercial Finance en Reino Unido confirmó que los hombres son menos propensos a padecerlo hasta alcanzar un 18% menos de posibilidades que las mujeres. 

A ello contribuye no solo el patriarcado y la inseguridad con la que se educa a las mujeres en relación a los hombres, sino también el entorno mediático. En general, no se exhiben las derrotas o los fracasos. Al contrario, solo leemos, vemos y oímos historias de hombres emprendedores que han triunfado en la vida. 

Las personas perfeccionistas, autocríticas, con miedo al fracaso y que se autopresionan mucho para alcanzar los logros también tienen mayor riesgo de padecer este síndrome. El cómputo de todo ello da origen al bloqueo profesional y establece barreras laborales a quiénes lo sufren llegando incluso a conseguir que, como demostró un estudio realizado en 2016 por la Universidad de Salzburgo de Austria, tengan sueldos más bajos, menos ayudas con los compañeros y mayor incapacidad para encontrar o buscar nuevos empleos.

 

Cómo superarlo

Empatizo quiere ayudarte con tu síndrome del impostor. Aquí te dejamos unos consejos que esperemos que te sirvan:

  • Re-conócete: Es importante el autoconocimiento. Intenta centrarte e identificar esos sentimientos de impostor cuando surjan. Te ayudará a romper el ciclo de pensamientos negativos si los escribes. 
  • Haz una lista: las listas son maravillosas para miles de cosas. Una de ellas es para fortalecer tu autoestima. Si intentas llevar un registro de tus logros, aunque sean pequeños, te darás cuenta de que NO eres un fraude. Siempre que te sientas ansiosa puedes recurrir a esa lista-recordatorio de tus virtudes.
  • No pospongas: Los problemas hay que afrontarlos de cara. Si los posponemos, tus sentimientos de incompetencia aumentarán. Los expertos recomiendan empezar primero por las tareas difíciles de tu lista para sentirte fuerte y poderosa cuando las termines. 

El síndrome del impostor no es nada agradable. El colmo del síndrome del impostor es pensar que eres aún más impostor al pensar que tienes el síndrome del impostor, porque de normal se asocia a personas inteligentes que se autoexigen demasiado. La cura, como para muchas otras cosas, son los mimos y los autocuidados. Sé amable contigo misma, quiérete.

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