Parados de larga duración en tiempos de coronavirus

En tiempos de coronavirus, los parados de larga duración lo están pasando especialmente mal, con una situación económica más inestable y la moral más desgastada

 

El estigma de los parados de larga duración

La difícil tarea de encontrar empleo en plena pandemia mundial.

 

Ya es mala suerte. Sí, bastante mala suerte. Eso es lo que se repiten miles de parados de larga duración desde que empezó la pandemia mundial. Llevaban tiempo sin empleo, quizá estaban a punto de conseguir esa entrevista de trabajo que les iba a devolver a la visibilidad laboral. Pero de repente, un virus mortal llegó y lo paralizó todo.

La crisis del coronavirus es transversal. Desconocemos las múltiples consecuencias que puede tener todavía, tanto a nivel sanitario como social y económico. El impacto en el mercado laboral es de dimensiones épicas, porque es global. Y el daño a las economías familiares comporta múltiples efectos colaterales: precariedad, proyectos personales truncados, sueños en espera…

Más allá del plano material (sí, vivimos en un mundo capitalista donde necesitamos dinero para intercambiarlo por bienes de consumo como comida o un techo), trabajar tiene otras implicaciones. Estar activo laboralmente proyecta una imagen de éxito. Estar en paro implica un gran estigma. La persona desocupada carga con esa cruz. ¿Por qué nadie me contrata? ¿Soy menos válida y atractiva para el mercado laboral?

Si a esta situación se le suma el hecho de llevar más de un año sin empleo, el panorama se tiñe un poco más de negro. El 47% del total de desempleados en España es de larga duración. Hace un año, en 2020, cuando el virus todavía no lo había alterado todo, había 641.000 trabajadores parados de larga duración menos que ahora. En un año los parados de larga duración han crecido un 52 %. Los números abruman, porque la crisis del coronavirus dista mucho de solventarse, pero tras cada cifra hay historias humanas que merecen ser escuchadas. Emociones que necesitan airearse.

Ansiedad y depresión

Estar en paro acarrea una serie de sentimientos negativos que hay que mantener a raya. Estrés y ansiedad aparecen a menudo entre esta parte de la población. Pero también la depresión es una artista estrella invitada a este baile.

Según los expertos, trabajar no sólo satisface nuestras necesidades más básicas como alimentarse o tener vivienda, sino que tiene un componente imprescindible de autorrealización: supone la forma más evidente de crecimiento personal, autoestima y, en definitiva, de felicidad. Ojo, no estamos diciendo que si no tienes trabajo no puedes ser feliz. Decimos que la sociedad relaciona ambos conceptos en su imaginario colectivo y esa imagen tiene consecuencias psicológicas para quien lo vive en su propia piel.

Consejos contra el estigma y la depresión

Salir del círculo vicioso de la depresión por desempleo te ayudará precisamente a salir del desempleo. Evidentemente hay circunstancias externas, como una pandemia, que no facilitan nada la tarea, pero (siempre hay un pero), se puede encarar de manera diferente la tediosa tarea de buscar trabajo. Y se encajarán mejor los rechazos.

1.- Desahógate. Hablar con alguien de confianza (o alguien nuevo que sepa cómo escucharte), te ayudará a desahogarte y descargarte de negatividad. Verbaliza tus sentimientos, suelta peso.

2.- Racionaliza la situación. Se trata de salir un poco del subjetivismo. Pasar del “es imposible” o “hay algo malo en mí” al “¿por qué voy a ser yo menos?”. Siempre hay nuevas puertas a las que llamar, incluso cuando parece que ya las has probado todas.

3.- Rechaza las excusas. No te van a ayudar, son distracciones. Ya sabemos que el panorama está mal, pero tú estás llena de ganas por intentarlo. Otra cosa no, pero tiempo tienes más que nunca para intentarlo.

4.- ¡Ole tú! Repasa tus fortalezas, tienes muchas. La depresión afecta principalmente a la autoestima. No olvides lo que vales. Coge papel y boli y enumera tus cualidades y logros. Seguro que te sorprenderás.

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