«Expats» en pandemia: vivir lejos de los tuyos
La pandemia ha tenido un gran impacto en los llamados «expats», las personas que viven y trabajan lejos de su país

La pandemia ha tenido un fuerte impacto entre los «expats».
Piensas que no va a pasar nada, que todo está bien. Que total es ahí al lado, que puedes venir cuando sea. En la era de los vuelos baratos, en verdad no hay distancias. Tu hogar queda cerca. Tu familia, tus amigos. Todo queda al alcance de cuatro clics y unos cuantos euros. Pero de repente, llega una pandemia mundial y lo pone todo patas arriba. ¿Cómo están viviendo la pandemia los expatriados, aquellos que por motivos personales o laborales viven lejos de su país?
“Está siendo muy difícil”, nos cuentan a Empatizo varios españoles afincados en Inglaterra. Daniel se pasó un año sin ver a su familia. Volvió a casa las Navidades de 2020, estas últimas, pero hacía doce meses que no veía a sus padres y hermanos. Él es uno de los pocos que viajó a España en plena campaña navideña. Muchos decidieron quedarse por las complicaciones que suponían las distintas medidas de seguridad y confinamiento de cada país. Sin duda, las navidades pasadas fueron de las más reducidas socialmente y las más solitarias para muchos.
Este año de pandemia, los “expats”, como se conoce en la jerga actual a lo que antes simplemente eran migrantes, han aprendido a convivir no sólo con normas y restricciones, sino también con emociones antes nunca experimentadas. Ansiedad, preocupación, soledad, miedo. Sobre todo miedo. Miedo por sus padres, por su familia, por sus amigos. Miedo por la salud. Miedo de no volver a ver a sus seres queridos. Miedo de no poder coger ese avión barato si algo surge, ya sea un accidente o el nacimiento de un sobrino. Porque viajar ha dejado de ser fácil.
Ahora, viajar, si se puede, es todo un periplo, en el sentido más griego de la palabra. Distintas pruebas PCR de ida y vuelta, formularios que rellenar, justificantes… Y eso, como decimos, si se permite viajar. La mayoría de países de la Unión Europea solo permiten viajes por motivos personales o si eres residente en ese país. Ya no se puede viajar por placer, solo por causa de fuerza mayor. ¿Y qué es fuerza mayor? Pues depende. Cada país tiene sus normas.
Ansiedad, agobio e incertidumbre
Y en esa maraña de normativa cambiante a golpe de estadística coronavírica, muchos se pierden entre la ansiedad y el agobio. Una sensación que solo se evapora una vez ves a los tuyos. Todo el proceso de coger un avión se ha convertido, simplemente, en una pesadilla extremadamente estresante. Siempre pendiente de las últimas noticias y actualizaciones, de los controles de salida y entrada y esa sensación de no saber si lo estás haciendo bien del todo o te has dejado sin rellenar algún papel. O de no saber si los resultados de la PCR llegarán a tiempo antes de subir al avión.
La distancia se ha agrandado. Los kilómetros se han convertido casi en agujeros negros. Países cerrados, fronteras insalvables, vidas alejadas. Y esto ha tenido sus consecuencias, como no podía ser de otra manera. Mucha gente ha experimentado lo que podríamos llamar verdaderos cambios vitales.
Porque si algo nos ha hecho este virus, es colocar los afectos en un primer plano. La soledad no deseada se ha extendido como otra plaga, aún más maligna que la del coronavirus. Los sentimientos de depresión y ansiedad han crecido entre la población (estaría bien un estudio más detallado de estos parámetros entre la gente que ha tenido que pasar el confinamiento lejos de su hogar).
Y como siempre, cualquier proceso de adaptación es eso, un proceso. De todos extraemos enseñanzas y aprendizajes. Sirven también para reordenar nuestras vidas. Así, si para una persona antes el ideal era viajar y pasárselo bien, ahora es aprovechar cada comunicación y cada instante con su familia. Muchos, de hecho, se han replanteado incluso su status y volver a casa. No quieren seguir estando lejos de los suyos en las circunstancias actuales, donde todo es cambiante e incierto.
La distancia (y la soledad no deseada) pueden ser difíciles de llevar. Estés donde estés, siempre puede haber una llamada o videollamada que ayude a aliviar esos sentimientos que nos oprimen y nos agobian. Sabemos que no es lo mismo que el abrazo de una madre en la zona de llegadas de un aeropuerto, pero hasta que eso pueda llegar, la cercanía emocional que nos permite expresarnos y aliviarnos es una gran aliada.
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